Fragmento del capítulo: El Inicio

Diciendo esto tomó la pálida y descompuesta figura de Brock y lo arrojó con fuerza contra un ennegrecido montículo de roca.
- ¡Que frágiles e inútiles que son, barnos, acabaré primero con tus compañeros, para luego divertirme contigo, mi vieja amiga! – se burló el monarca de los Gigantes.
Lail estaba petrificado, a su padre le brotaba un hilillo de sangre que le manchaba su entrecano cabello, estaba inconsciente, pero aún respiraba.
Aura seguía de pie frente a la mole de adamas, alerta, pero fría y calculadora, parecía esperar algo.
- ¡Es tu turno, cachorro de barno! – dijo al mismo tiempo que lo levantaba del suelo con su poderosa mano –. Serás fácil.
Las carcajadas que resonaron, dieron a Lail la clara impresión de que toda la tribu estaba reunida disfrutando del espectáculo.
- ¡Comerlos, comerlos! – sonó claramente la voz de Lahot.
El chico sentía como la sólida garra de diamante le aprisionaba, estaba perdido, con gran esfuerzo alcanzo a mirar a Aura en busca de ayuda, con una mirada ella le indicó “tú sabes qué hacer”, mientras dos figuras se acercaban a ella acechándola; el amor que sentía Lail por aquella que había hecho el papel de madre, le renovó el valor.
- ¡Suéltame, roca imbécil! – le gritó Lail a su cancerbero. La orden tomó por sorpresa al gigante, y en un intento de recuperar su compostura estrujó más al chico, pero Lail ya no sentía, de la estrella de su hombro nacía un calor llameante que se extendía por todo su cuerpo, dándole fuerza sobrenatural y quitándole todo temor, se sentía invencible.
- ¡He dicho que me sueltes! – volvió a ordenar Lail, pero Grantor no estaba dispuesto a ser humillado en su propio pueblo, al fin y al cabo, él era el rey de lo Gigantes de Piedra; cerró completamente el puño en torno a la pequeña figura de Lail, todos los gigantes sonrieron, inclusive Aura sonrió complacida.

La enorme mano que aprisionaba al chico explotó en una lluvia de astillas brillantes. Lail cayó al suelo intacto, era el mismo de siempre, un joven de carne y hueso, pero sus músculos eran mas sólidos que el adamas. Miró como Aura sonreía abiertamente y se alegró de ver que estaba bien, luego caminó hacia el lugar donde su padre yacía tendido, todos los gigantes se alejaron temerosos.

El brazo de Grantor estaba destrozado, donde antes hubo una poderosa garra de tres dedos, solo quedaban filosas astillas, el diamantino rostro del gigante se retorcía en una mueca de dolor e indignación.

- ¿Les tengo que dar un manual, tontos?, ¡deténganlo! – Rugió furioso.
Brock solo tenía una pequeña herida en la cabeza, pero aún seguía inconsciente, a su lado y de cuclillas, Lail pudo ver como uno de los guardianes, el de color jade, se aproximaba amenazador, acatando la orden de su rey.
Lail se puso en pie, se dirigió al gigante que se acercaba:
- Detente, no quiero hacerte daño -. Pero no se detuvo.
Justo en el momento cuando el gigante se disponía a darle el golpe de gracia, Lail extendió su mano izquierda, un torrente de llamas negras salieron disparadas en dirección al gigante, quien se vio envuelto en un huracán de fuego azabache que le derretía la piel y la convertía en jade líquido, hasta consumirlo por completo.
El terror se propagaba por la aldea de piedra, como un veneno mortal.
- Nunca quisimos hacerte daño, Grantor, ni a ti ni a tu gente, lo único que queremos es marcharnos de aquí –. Puntualizó Aura, quien parecía muy complacida.
- De nuevo has traído un mago contigo – soltó Grantor con ira reprimida.